Para nadie es un secreto que todos los personajes de las caricaturas tienen una vida oculta detras de las camaras. ¿Sabian que Las Chicas Superpoderosas son más toritllas que las de TATOO? ¿Qué creen que hacia Blanca Nieves viviendo con siete enanos cuando no les estaba haciendo de comer? La Bella Durmiente, antes de despertar con el beso del príncipe, ya llevaba varios embarazos indeseados, bajo ese principio gandalla que se aplica en el bosque y en la cárcel: “Culito dormido es culito perdido”. ¿Qué quieren? Así es en la vida real y todos tienen derecho a ella, incluso los personajes de ficción.
Muchos recuerdan que Candy Candy era una chica ingenua (por no decir pendeja) que buscaba al principe azul con tanta ñoñería que los dioses se manchaban con ella haciendo de su vida un infierno en caricatura. Para muchas mujeres fue su primera telenovela, el primer culebron que las mantenía aferradas a la pantalla para sufrir y gozar con la vida de una heroína que siempre parecía tener el temple para ver la vida de color de rosa, aunque luego nos enteramos que, más bien, era adicta a las tachas. Ahora bien, lo que pocas mujeres saben es que por las noches el hogar de Pony se convertía en una casa de citas y que Candy Candy, la chica abandonada de mirada triste y pupila Remi, complacía con sus encantos a propios y extraños, incluido el rubio Anthony y el apuesto Terry, quien a pesar de de haberse casado con una mujer en silla de ruedas, nunca dejo de visitar a la dulce y fogosa Candy para sumergirse en sus delicados encantos cuasivirginales.
Ah, esas noches en el hogar de Pony. Los gritos de la núbil Candy se escuchaban por todos los pasillos ruborizando a las prefectas, quienes aprovechaban para masturbarse en sus celdas. Ella, mirando al infinito con un brillo en los ojos, se dejaba estremecer por el cuerpo de Ferry, mientras lo apretaba con sus piernas largas y abrazaba su espalda suave y firme a la vez, completamente humedecida por el sudor.
“Mas Ferry, mas!”, gritaba Candy con ese tono de niña angertina que tenia y movía su pelvis con fuerza, arañando las nalgas del amor de su vida y mirándolo a los ojos; esos increíbles ojos azules que le permitían a Candy penetrar a el tan profundo como el la penetraba a ella.
En esos momentos se borraba para ella todo el sufrimiento de su vida y Candy Candy, con las piernas y el alma abiertas, volvía a sonreír con esa sonrisa angelical que mostraba, pese a todo, que la niña de los ojos grandes conservaba intacta su inocencia (o su pendejez).
Y cogieron felices para siempre.
Muchos recuerdan que Candy Candy era una chica ingenua (por no decir pendeja) que buscaba al principe azul con tanta ñoñería que los dioses se manchaban con ella haciendo de su vida un infierno en caricatura. Para muchas mujeres fue su primera telenovela, el primer culebron que las mantenía aferradas a la pantalla para sufrir y gozar con la vida de una heroína que siempre parecía tener el temple para ver la vida de color de rosa, aunque luego nos enteramos que, más bien, era adicta a las tachas. Ahora bien, lo que pocas mujeres saben es que por las noches el hogar de Pony se convertía en una casa de citas y que Candy Candy, la chica abandonada de mirada triste y pupila Remi, complacía con sus encantos a propios y extraños, incluido el rubio Anthony y el apuesto Terry, quien a pesar de de haberse casado con una mujer en silla de ruedas, nunca dejo de visitar a la dulce y fogosa Candy para sumergirse en sus delicados encantos cuasivirginales.
Ah, esas noches en el hogar de Pony. Los gritos de la núbil Candy se escuchaban por todos los pasillos ruborizando a las prefectas, quienes aprovechaban para masturbarse en sus celdas. Ella, mirando al infinito con un brillo en los ojos, se dejaba estremecer por el cuerpo de Ferry, mientras lo apretaba con sus piernas largas y abrazaba su espalda suave y firme a la vez, completamente humedecida por el sudor.
“Mas Ferry, mas!”, gritaba Candy con ese tono de niña angertina que tenia y movía su pelvis con fuerza, arañando las nalgas del amor de su vida y mirándolo a los ojos; esos increíbles ojos azules que le permitían a Candy penetrar a el tan profundo como el la penetraba a ella.
En esos momentos se borraba para ella todo el sufrimiento de su vida y Candy Candy, con las piernas y el alma abiertas, volvía a sonreír con esa sonrisa angelical que mostraba, pese a todo, que la niña de los ojos grandes conservaba intacta su inocencia (o su pendejez).
Y cogieron felices para siempre.
7 comentarios:
Hola toto!!! Vaya q te habias tardado en escribir algo intezante, y sobre todo divertido como solo tu puedes hacerlo!! jaja!! estubo buenisimo, espero sigas con mas de estas cosas chuscas!!!
Saludos, cuidate!!!!
¿¿Cuándo nos deleita con mas vidas eróticas de distintas lolitas otaku??
QUE ASCO ESCRIBES PORQUERIAS BROTHER Y SI HABLAS DE MASTURBACION , MASTURBATE EL CEREBRO Y VE A TU CASA Y VUELVE AQ NACER QUE ASCO ERES FENOMENO
lo lei enla mosca hace un par de años... no lo mencionas
la mosca en la pared, la revista de musica, ahi siempre ponian articulos...
lo lei enla mosca hace un par de años... no lo mencionas
Oye no te andes pirateando a susy q.!! escritora del pornostereo de la revista la mosca en la pared..!! no cabe duda, que no eres escritor, no músico o poeta simplemente eres un pendejo que tiene acceso a internet..!! mejor ponte a leer, para que las próximas notas que publiques sean realmente tuyas..!! que triste tu caso y xcierto .l. por pirata
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